Dividen y reinan
Diego E. López Peris
Globalización, Boca y River, Gran Hermano, desnutrición, elecciones 2003, cartoneros, Menem y Hadad, piqueteros, Brukman, las asambleas, Lula, las torres gemelas, los ejes del bien y del mal, la cajita feliz, la ONU (tan presente como Dios), fábricas tomadas, el PJ dividido en tres – la UCR en tres? – la sociedad en ?????, el “que se vayan todos” y la vuelta de Susana y Mirta, educación pública y gratuita.....
Como
pensaron varios, y entre ellos, alguno que escribió un ensayo, para un
concurso, no sé si sirva de algo de esto. Pero acaso como lo dice un tema de
Piero, porque no “sacar las cosas afuera para que puedan crecer nuevas”. Si
no se sacan, uno se las guarda y quedan pululando en la cabeza, y molestan, y
aparecen cada tanto.
Este,
compañero, sin ninguna connotación especial, también recalcaba que nuestros
nuevos dirigentes ideales debieran saber todos los artilugios dignos de los
“guantes blancos”, y al mismo tiempo odiar esas prácticas, conocimientos
que le permitirían saber reconocer y atacar a aquellos cuando se aparecieran.
El
tema sigue siendo las cosmovisiones, las interpretaciones, los distintos
intereses. Ahora, qué fácil es lo del libre albedrío. No? Todavía no soy
padre. Así que mi apreciación, en cuanto a lo que viene, no es más que un
sentimiento paternal fundamentado no en la práctica. Me pregunto, si no cabe,
algún sentimiento común, en la sociedad mundial que nos permita reconocernos
hermanos y partir de allí, hacia el futuro. Está Dios, que es nuestro padre y
nosotros somos sus hijos, y hermanos entre nosotros. Pero prefiero dejar a un
costado la cuestión religiosa. En realidad, si bien fui criado en un mundo católico,
hoy no puedo ver a Dios más que como un burócrata más. Prefiero, cuestión de
cosmovisiones, si estuviera obligado a elegir quedarme con la imagen de Cristo.
Si no fue, como lo vemos que actualmente se crean de la nada, un fenómeno de
masas sostenido por algún medio de comunicación al cual le redituaba algún
tipo de ganancia, me quedo con la imagen de piquetero. Ese Cristo que prefería
comer en la casa del pecador en vez de la casa del santo, decir que aquél que
tocara a un niño se mete con él, aquél que reacciona contra los mercaderes en
el templo, aquél que camina juntos a los necesitados, aquél que propaga el
poder del amor.
Poder
del amor. El amor es mundial?? Está globalizado?? Me cuesta creerlo pero hay
amor al auto, a la cuenta corriente, etc.,
y muchas otras cosas materiales por sobre el amor a las otras personas.
Si hasta somos capaces de pelearnos entre nosotros por un puesto de trabajo.
Un
hombre, para mi modesto entender – soy solo un estudiante – no es ni mucho más
ni mucho menos que el producto de la combinación de tres factores: su carga genética,
su contexto y “su texto”. Su texto entendido como aquello que “elige”
hacer y ser con su carga genética y su contexto, aquello que dentro de sus
posibilidades “puede hacer”. Lo que dentro de sus determinaciones se puede
autodeterminar.
Ahora,
siguiendo con la idea del poder del amor, de los sentimientos a las personas por
sobre las cosas materiales, creo que no es ajeno al ser humano, el deseo por las
cosas materiales. Simplemente me parece que ese amor, ese deseo por las cosas
materiales se debe a las necesidades. Las necesidades necesitan de ser
satisfechas para obtener el bienestar de las personas. Ahora si esa necesidad,
no es satisfecha, o más bien cuando se logra satisfacer se ha logrado luego de
un esfuerzo desmedido, es lógico pensar que a eso que tanto costó, o se desea
obtener, para lograr satisfacer alguna necesidad va a crear cierto fetichismo de
esa cosa. Todo bien con esto de valorar las cosas, pero fetichizarlas? En algún
momento, me parece, en el que se primo alguna materialidad por sobre otro ser
humano me parece que se desvirtuó todo el asunto. Léase, empezaron a ser más
importante las materialidades que ver en el otro ser humano a otro ser humano.
Todo
esto se corresponde a una historia. Todo lo que hoy tenemos es porque pasaron
muchas cosas antes. Hubo una historia. Esa historia, que a veces viene
fraccionada, que solo conocemos partes, o que algunos no quieren que conozcamos
completa. Una historia que a veces, simplemente porque se enseña dentro de la
realidad – cuantas veces no se llega a estudiar todo el programa de una
materia por cuestiones de tiempo, entre otras cosas – viene resumida. Hemos
tenido una prehistoria, una historia antigua, media, moderna y la – hoy aún
vigente – contemporánea, de acuerdo a la clasificación de los historiadores.
Hemos vivido cambios, luchas, hasta que una vez, se logró que se reconociera
que jurídicamente somos todos los hombres iguales. Estuvieron, están y estarán,
seguramente, los que no reconocen esa igualdad, están los que han luchado y
muerto porque se reconozca esa igualdad, están los que serán tildados de
dictadores porque obnubilados por la búsqueda de esa igualdad lleguen quizás
alguna vez al poder e impongan alguna legislación que permita esa igualdad jurídica,
y la intente aplicar y hacer ejecutar. Pero aparecerán, porque siempre aparecen
– algunos los llaman “enemigos” - aquellos que quieren ser más que otros,
esos que no ven – todavía – a un hombre cuando enfrente tienen a un hombre.
Ahora
bien, hay que tomar una decisión, una elección. Optamos por la búsqueda del
interés individual, egoísta, del sálvese quien pueda, del hombre que vive
solo, como si no necesitara del resto de los integrantes de la sociedad.
Resabios de esos paradigmas que fomentan las divisiones. Que mejor que la
potenciación de las diferencias – que no es lo mismo que las diversidades –
para aquel que no reconoce la igualdad entre los hombres. O empezamos a buscar
el interés común, solidario, reconociendo en el otro un ser humano, como vos,
como yo, que tiene derecho, no en forma abstracta ni ficticia sino real y
concreta, a la igualdad jurídica. Una sociedad en la que cada uno ocupe su
lugar, su actividad, su trabajo pero reconociendo que cada uno de nosotros es
necesario para la existencia del otro. Cada uno en igual importancia que el
otro. O quién, tiene derecho a creerse más que cualquier otro. Habrán algunos
en mejor posición económica que otra, que tenga mejor oportunidades, pero si
queremos realmente buscar el bien común, no el de la pelea de unos contra
otros, resignemos las diferencias materiales en pos del trabajo en común.
Escribamos la evolución de la humanidad. Instauremos la sociedad de la
libertad, la igualdad y la hermandad. Si el paraíso existe no sé, pero porque
no luchar por recuperar el mismo instalándolo en vida. O no es que todos
tenemos que comer, que todos tenemos que vestir, que todos tenemos derecho a la
educación y a la salud, a gozar de una vida digna. Nadie habla de instaurar
“vidas molde” en la que pongamos a una familia y salga derechita y feliz. La
vida es pelearla. Pero a partir de reconocernos iguales en cuanto a necesidades
a satisfacer, creamos el modelo de reproducción que lo permita, y que nos
proporcione vivir libremente para que podamos expresar nuestras
particularidades. La escisión entre lo que es reproducir las condiciones de
vida comunes a la humanidad, de lo que es conocer las distintas individualidades
sin inmiscuirse estas en la etapa reproductiva de la sociedad.
Un
hombre igual a un hombre. Un hombre igual a un trabajo. Cada trabajo remunerado
en concepto de reconocerlo como indispensable para la reproducción de la
sociedad. La remuneración de un trabajo por determinado tiempo igual a otra
remuneración por el mismo tiempo. Utilizar cada conocimiento individual en pos
de mejorar las condiciones para que cada vez haya menos en magras condiciones de
trabajo. Un gerente que cobre lo mismo que el basurero. O no necesitan como
hombres de las mismas cosas para pervivir. Cansa el trabajo mental como el físico.
Ambos trabajos son necesarios a la sociedad. Quizá el trabajo del gerente, que
se acompaña de sus conocimientos intelectuales, permita que mañana el basurero
de hoy maneje una maquinaria que reemplace su simpática labor.
Habrán
los que digan “pero si no hay búsqueda de la ganancia, no habrá evolución.
Si no hay competencia no se mejora”. Analicemos dos casos. Uno es el de la
competencia en el fútbol, otro el de la formación de las parejas.
El
fútbol argentino. Boca y River son los que salen casi siempre campeones. Por lo
menos es la imagen que me queda. Es verdad,
a veces salen otros, pero cada cuánto? A parte no deja de ser funcional
al sistema. Si no hubiera negro, el blanco quizás no resaltaría, y estos no lo
harían si no existieran los demás colores.
Sin
darnos cuenta con el paso del tiempo solo saldrán campeones boca o river,
siempre. Son los que mejor imagen tienen, los que más plata mueven, los que
tienen a los mejores jugadores, los que ganan más torneos, los que tienen más
espacios en el programa de fútbol los domingos a la noche. El fútbol ha dejado
de ser un motivo simplemente lúdico. Es como si de sacar sonrisa haya pasado a
sacar sangre: peleas entre barras bravas, muertes, peligro de ir a la cancha,
etc. Dirá el periodista cuando empieza el torneo: “se renuevan las ilusiones
de los equipos”. Si, porque solo eso. Porque las condiciones
no están dadas para todos iguales. Hasta aquí, llegó, como diría
Quevedo, “poderoso caballero es don dinero”. El “negocio de la
competencia” entre algunos ha reemplazado a la sana diversión para todos.
El
otro caso era el de la formación de las parejas. Así como naturalmente se
reproducen las personas, así naturalmente se reproducirán las personas. Dirán,
la búsqueda del beneficio individual y económico permite avanzar a la
sociedad. Esa es la sociedad capitalista, que permite avanzar a unos mientras
fomenta la exclusión de los otros. Que cuando ya no estén, aquellos, los
marginados, a los “reyes” de esta sociedad les tiene sin cuidado. Por algo
empezaron a reproducir los clones, otro ejército industrial de reserva, que
quizás no protesten, quizás no hagan piquetes, que quizás cuando tomen
conciencia de lo que son ( qué son?? ) nos dominen a nosotros. Yo me pregunto,
si para enamorarse, nos ponen un fajo de guita enfrente?? O simplemente es una
cuestión de sentimientos. Son impulsos que se mueven por sentimientos. Bueno el
hambre también nos hará mover. Es mentira que la sociedad dejaría de producir
si no existe el “incentivo”. Palabra, y metodología, inventada seguramente
por alguno para obtener más beneficios a costa del otro, a costa de la alienación
de su propia vida ( que es una y finita – por lo menos la terrena), de
“su” tiempo ( horas extras, etc.), tiempo para querer a los suyos, a los demás,
y para quererse.
Bueno.
Creo que la idea está. Falta que nos decidamos qué queremos. Si nos
reconocemos egoístas, o si nos reconocemos solidarios. Si reconocemos que
estamos en guerra, y que la estamos perdiendo por no unirnos. “Si somos más
– se preguntaba uno –como es que no ganamos”. Porque vamos por distintos
caminos, vamos divididos, y mientras, ellos reinan.